¡Oh, Dios Mío!
¡Oh, Dios mío! “En ti, oh Jehová, me he refugiado; no sea yo avergonzado jamás. Líbrame en tu justicia. Inclina a mí tu oído; líbrame pronto. Sé tú mi roca fuerte, mi fortaleza para salvarme. Porque tú eres mi roca y mi fortaleza, por amor de tu nombre me guiarás y me encaminarás”. Y después de tantos años vienes a mí, figura manchante, a borrar lo extraño, de cuanto sentí, todo lo mancillaste. No es que fallaste, hermano, sino que por ti, mentí, por no hallarte, por lo que faltaste, hiero mi mano, por lo que perdí. Lastima que no percibí, una lágrima, ni quebrarte, ya todo es vano, solo sé que perdí, la luz en mi mente, ahora veo gusanos. Y después de tantos años, sigues con él, arrodillándote, besando sus manos, acariciando los nudos de un cordel, como si estuviese perdonándote. Y no estoy reclamándote, los años, junto a aquél, sino recordándote, los daños, que justificas con un rey de Israel. Lastima que bebí de tu miel, queriendo y amándote, regalando mi mano, ahora quiero el corde