El viaje en Liebre


Me gusta salir con mi mámi, que me lleve a comer Pollo a la Canasta en la Alameda de las Delicias. Acompañarla a los baños turcos y mientras espero me tomo una leche con plátano y cómo un sandwich de jamón con palta. Antes hemos pasado a la bajada York, donde me compra otro librito con figuras para armar, esta vez es un castillo, el que armo en la mesa mientras espero. Mi mama, al entrar a los baños, se toma un jugo de zanahoria con naranja, permanece dos horas, incluyendo por lo menos media hora en “el toro”, luego, cuando sale se toma una cerveza helada con limón y miel; sale “roja” como tomate; más tarde iremos a los juegos Diana.

Estoy pensando esto, mientras muy contento voy acompañándola, en la liebre Macul 12 hacia al centro. Pasamos Punta de Rieles y el camino se hace fresquito. Me imagino el Pollo a la Canasta, exquisito pollo frito con papas fritas, todo servido en una servilleta de género dentro de una canasta de mimbre, simplemente delicioso.

Por la puerta de la liebre, doblando por irarrázaval, se asoma un señor con helados, mi mámi me compra una paleta, dándome instrucciones de no manchar mi ropa. Miro mi ropa y la encuentro bonita, es la ropa nueva que nos hizo: al Checho, los mellizos y la Mónica. Ella compró una tela parecida a las cortinas de la casa de la Villa Macul y con ella confeccionó un vestido y cuatro mamelucos cortos o jardineras.

Voy mirando la ventanilla, la calle por la ventanilla, veo acercarse la virgen del cerro San Cristóbal, luego doblamos por la Alameda. Escucho a lo lejos que alguien dice “Señora, señora, … el boleto Señora!”, pero sigo con la vista a través de la ventanilla, aparece, verde, las faldas del Cerro Santa Lucia…“Señora, señora, … no ha pagado el boleto Señora!”… Mi mama toca el timbre y me apura a bajarme en Alameda con Bandera, es que seguro pasaremos al Banco del Estado. Me encanta el Banco del Estado, el banco de mi mama, tiene puertas de oro que dan vueltas, escaleras mecánicas, ascensores y cajas de oro, mi mama es conocida y yo conozco a algunos, hace poco me dieron una alcancía con la forma del edificio, una de metal, con llave. Me despierta mi mámi al darme un pequeño empujón en la cabeza, con lo que logra que me baje de la liebre.

Me bajo, camino unos pasos sobre la vereda, me doy vuelta, mi mama sobre la liebre con dos bolsas en las manos,… la liebre esta en movimiento,… mi mama no se baja,… la liebre comienza a alejarse…comienzo a seguirla… el tiempo se detiene, nada mas están la liebre, mi mama y yo… la liebre se aleja, mi mama se aleja…

Mámi! Mámi!...

No se baja, la liebre se aleja, empiezo a correr, la liebre se aleja…

Corro, corro, grito, primero despacio, luego fuerte, grito: ¡Mámi!, ¡Mamita!!!

La liebre pasa la Moneda, se me pierde de vista, corro llorando, por la Alameda, ¡Mamita!, Mamita!!

El tiempo se hace eterno, estoy solo, solo existe la calle y la vereda, sobre la que corro en una misma dirección, sobre la Alameda…

De pronto la veo, la veo entre la gente, que ahora aparece, corriendo hacia mi, cargando dos bolsas. Corro mas fuerte, ahora llorando de alegría, ¡Mamita!, mamita!, aquí, aquí estoy… extiendo mis brazos para abrazarla, hasta que llego a ella… no me abraza… un coscorrón en la cabeza…

¡Cabro de porquería! ¡NO TIENES QUE CORRER DETRÁS DE LAS LIEBRES!, tienes que esperar que vuelva a buscarte. ¿Por qué no te quedaste quieto donde te bajaste?. ¿AHH?¡¡Nunca más vuelvas a hacer esto!!

En mi mente, a lo lejos, alguien dice “Señora, señora, … el boleto Señora!”, ... cada vez mas despacito.

Más tarde me convertiría en el mejor acompañante y experto pasajero de liebres.

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