La mejor entrada
Finalmente me dijo:
"Más claro aún: ¿Quieres participar en la fiesta? Mira que es toda una vida"
De partida la cosa pareció enredada, la situación exigía cautela, toda una vida expuesta. Igual di mi opinión, claro que cómo no me hice entender me acusaron de no decir las cosas directamente o por su nombre o simplemente no hablar claro. Sólo di mi opinión, que ni siquiera era contraria, solamente distinta (hasta acepto que quizás equivocada).
Yo soy de “hacer vacas”, así para que la cosa funcione es bueno que todos donen, o sea, se pongan con lo que puedan. A mí me ha resultado, unos ponen lo que saben, otros lo que sienten, los menos lo que les sobra y muy poco he tenido en mis malones a quienes ponen por dejar impresiones (aunque, viejo como soy, he logrado de estos en mis mejores relaciones). Un malón se arma, así de rápido, con, digamos 27 horas, unos llegan al llamado con todo armado (los expertos) y son la base, luego están quienes aún sin poner ni uno hacen ameno el entuerto, atendiendo, o sirviendo, poniendo música o simplemente entreteniendo. Cuando la fiesta se arma, como para improvisar, saltan las monedas, para comprar todo más caro (lo que no me gusta), pero se hace y es el mismo resultado. Así es en general mis carretes con mis invitados.
Otra cosa es un evento, de casamiento, de graduación, de homenajear 25, 50 u 80 años de existencia importante. Ya no es suficiente el malón, hay que asegurar una base. Pero a diferencia es menor la participación en la preparación, pues sólo existe una, quizás dos mociones, la que dicta la razón de quienes organizan la ocasión.
El evento es importante, justamente porque lo que celebra lo es, porque los invitados lo son, por cariño, por parentela, por compromisos, por lo que fuera y por supuesto por quien es festejado. El evento es con entrada, a veces con asientos numerados, se tiene palco y platea para los invitados y hasta galería para el montón, situando al festejado y su círculo intimo en el centro del escenario, liderando la histórica reunión. Poco a poco los participantes van tomando su lugar, poco a poco el evento desarrolla a mayor ritmo la función, los discursos hacen cola para alcanzar el micrófono, los vidrios suenan al son de golpes con buenos deseos o para llamar la atención, ya la música, el baile, el canto y las lágrimas alivian la emoción de los presentes, pero sobre todo de quien recibe tanta atención. Nadie se da cuenta de cómo los asistentes se pelean por participar, aumentando los decibeles desde el susurro al franco grito, la alegría se desborda en mesas, balcones y salones de baile, el baño sufre, aunque aguanta, la mayor de las congestiones, de estar vacío y con inmensos espejos a contener filas de espera para mirarse en ellos. Los mozos de estar ordenados alrededor de las mesas, ahora están amontonados en el bar y alrededor de la pista de baile, sin lograr llegar con sus bandejas a destino. No es que nadie se acuerde ya del festejado, es que llegaron tantos invitados. Al finalizar, del evento todos se retiran con la satisfacción, de haber ganado un hito en la historia de recuerdos y ya es otra la visión.
Así entiendo el que se de entradas para la fecha, y sí, con gusto tendré mis entradas, con ellas participaré y seguro veré a otros y a mí, aportar el cariño, el humor, el canto, el baile que demanda la situación.
Sólo me queda el sabor de decepción por la pregunta ¿Quieres participar?... En fin, respondo: Sí, quiero obtener la mejor entrada para ser parte de toda esa vida.
De partida la cosa pareció enredada, la situación exigía cautela, toda una vida expuesta. Igual di mi opinión, claro que cómo no me hice entender me acusaron de no decir las cosas directamente o por su nombre o simplemente no hablar claro. Sólo di mi opinión, que ni siquiera era contraria, solamente distinta (hasta acepto que quizás equivocada).
Yo soy de “hacer vacas”, así para que la cosa funcione es bueno que todos donen, o sea, se pongan con lo que puedan. A mí me ha resultado, unos ponen lo que saben, otros lo que sienten, los menos lo que les sobra y muy poco he tenido en mis malones a quienes ponen por dejar impresiones (aunque, viejo como soy, he logrado de estos en mis mejores relaciones). Un malón se arma, así de rápido, con, digamos 27 horas, unos llegan al llamado con todo armado (los expertos) y son la base, luego están quienes aún sin poner ni uno hacen ameno el entuerto, atendiendo, o sirviendo, poniendo música o simplemente entreteniendo. Cuando la fiesta se arma, como para improvisar, saltan las monedas, para comprar todo más caro (lo que no me gusta), pero se hace y es el mismo resultado. Así es en general mis carretes con mis invitados.
Otra cosa es un evento, de casamiento, de graduación, de homenajear 25, 50 u 80 años de existencia importante. Ya no es suficiente el malón, hay que asegurar una base. Pero a diferencia es menor la participación en la preparación, pues sólo existe una, quizás dos mociones, la que dicta la razón de quienes organizan la ocasión.
El evento es importante, justamente porque lo que celebra lo es, porque los invitados lo son, por cariño, por parentela, por compromisos, por lo que fuera y por supuesto por quien es festejado. El evento es con entrada, a veces con asientos numerados, se tiene palco y platea para los invitados y hasta galería para el montón, situando al festejado y su círculo intimo en el centro del escenario, liderando la histórica reunión. Poco a poco los participantes van tomando su lugar, poco a poco el evento desarrolla a mayor ritmo la función, los discursos hacen cola para alcanzar el micrófono, los vidrios suenan al son de golpes con buenos deseos o para llamar la atención, ya la música, el baile, el canto y las lágrimas alivian la emoción de los presentes, pero sobre todo de quien recibe tanta atención. Nadie se da cuenta de cómo los asistentes se pelean por participar, aumentando los decibeles desde el susurro al franco grito, la alegría se desborda en mesas, balcones y salones de baile, el baño sufre, aunque aguanta, la mayor de las congestiones, de estar vacío y con inmensos espejos a contener filas de espera para mirarse en ellos. Los mozos de estar ordenados alrededor de las mesas, ahora están amontonados en el bar y alrededor de la pista de baile, sin lograr llegar con sus bandejas a destino. No es que nadie se acuerde ya del festejado, es que llegaron tantos invitados. Al finalizar, del evento todos se retiran con la satisfacción, de haber ganado un hito en la historia de recuerdos y ya es otra la visión.
Así entiendo el que se de entradas para la fecha, y sí, con gusto tendré mis entradas, con ellas participaré y seguro veré a otros y a mí, aportar el cariño, el humor, el canto, el baile que demanda la situación.
Sólo me queda el sabor de decepción por la pregunta ¿Quieres participar?... En fin, respondo: Sí, quiero obtener la mejor entrada para ser parte de toda esa vida.
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