Los misterios del Barrio Bellavista
Las luces, la música, la muchedumbre invaden las calles de Bellavista, hasta hace unos años bello y tranquilo barrio habitacional, de grandes y hermosas casas y mansiones, de cites y pequeños condominios del 1900. Hoy humedecido en alcohol, aromatizado en yerba, ante las pisadas y la danza de los concurrentes, de bares, restaurantes, pubs y discotecas; crujen sus raíces, bajo el asfalto que cubre el empedrado que hermoseaba sus antiguas y bellas calzadas.
Cuando disminuye el ruido y avanzada la noche, el barrio se invade de misterio, las luces se atenúan y se cubre de penumbra el cielo al alcanzar el alba. A esa hora, algunas veces, se escucha el sonido de las ruedas de un carretón desplazando por el camino de piedras, en dirección a Dardignac con Mallinckrodt, al fondo se siente voces de niños jugando y durante el trayecto, a lo lejos, lamentos y ladridos furiosos. Cuando esto ocurre se dice que alguien desparecerá.
Entre las historias del barrio esta la de las monjas de un Colegio del Barrio. Dicen que allí, durante décadas, para ocultar el problema, practicaban abortos y sepultaban los fetos entre los ladrillos de las murallas del subterráneo.
Benjamín Emilio Roberto Haebig Torrealba conocido como “el asesino de Dardignac 81", asesinó en 1959 a un anticuario y, por la misma fecha, a un homosexual que trabajaba como mozo para Haebig y que desapareció al igual que la primera de sus víctimas. Cuentan que enterraba a sus victimas en el patio
Por los años 60 se instaló a vivir en la calle Dardignac con Constitución, el “atorrante Lara”, ocupando de vivienda un carretón. Compartía con los niños del barrio, parecía educado y de vez en cuando vivía con algún homosexual en su carretón. Un día fue encontrado muerto, sobre el carretón, con los ojos abiertos, sin signos de violencia, con el rostro cubierto de pavor. Vecinos aseguran que algunas noches, vuelven a escuchar las ruedas del carretón sobre el empedrado.
Un pequeño perro de mucho pelo blanco como la nieve, vivía cuidando una casa en Dardignac, normalmente asomaba por la ventana del segundo piso de la casa; de allí ladraba hacia fuera. Lo cierto es que la casa estaba plagada de ratas y ratones, como todo el barrio, y el perro se dedicaba a cazarlos y se los comía. Una vez, estando el perro asomado en el segundo piso, una señora se detuvo a mandarle cariños con las manos y besitos, el perro le ladraba, la señora le decía “perrito, perrito lindo, ¿que te pasa?”, el perro inesperadamente saltó al vacío y cayo sobre la señora, a quien mordió de manera horrorosa, con tal furia que si no intervienen unos trabajadores que merodeaban, la mata.
Este episodio, y por el miedo que produjo en los vecinos, obligo a sus dueños a tomar la decisión de sacrificar al animal, pues al alimentarse de ratas se había convertido en un perro-monstruo, hinchado, con los ojos rojos y desorbitados. Para este propósito, se encomendaron dos, quienes entraron a la casa premunidos de palos, un saco y cuerdas; cuando se acerco el perro lo agarraron y metieron al saco, el que amarraron y marcharon en dirección al cerro San Cristóbal, una vez allí, subieron hasta la mitad, donde encontraron un árbol y lo colgaron; se aseguraron que el perro blanco estuviera muerto y se alejaron en dirección a la casa de Dardignac. Cuando abrieron la puerta casi mueren de espanto, ahí estaba el perro de pelaje blanco, dueño del pasillo, con los colmillos fuera, los ojos rojos y desorbitados pronto a atacarlos; en rápido reflejo de uno de los encomendados cerro la puerta, dejando al perro adentro. Volvieron cuatro a los dos días, con cuerdas, palos y saco; entre todos y apaleando al perro lograron reducirlo y meter dentro del saco, al que amarraron; fueron nuevamente al cerro, pero esta vez lo aplastaron con rocas, hasta que se sintieron seguros que estaba muerto. Desde entonces, se piensa que el perro-monstruo volvió a la casa; aunque nadie lo ha visto sí se escuchan sus ladridos y se le siente correr.
Para cuando el gobierno de Salvador Allende, corrían otros aires y se avecindó en Dardignac un grupo que cultivaba la Paz y Tranquilidad, ocuparon una casa de tres pisos en comunidad. Allí el año 1972 nació un bebé por parto natural; como símbolo de Amor a la Naturaleza y a la Vida, con cariño sus padres enterraron la placenta en el patio de la casa; increíblemente en el lugar en que se encontraba guardada, brotó un arbolito, el que creció y creció; con los años sobrepasó de altura la casa. Hoy, el árbol-placenta sobresale sobre los techos del barrio y en algunas noches se puede ver sobre su copa algo que brilla, como una estrella. Se comenta que las raíces del árbol-placenta recorren todo el barrio, bajo el empedrado.
El árbol-placenta sobrevivió los años de toque de queda, devolviendo la luz al sector, el que se llenó de alegría y fiesta; la juventud poco a poco tomó posesión de sus calles y dio forma y vida, con actores, músicos y poetas, al mentado Bellavista. Y los artistas tuvieron su sueño, ya no las peñas, sino conciertos y presentaciones en vivo de grandes artistas populares. Fue un barrio de libertad. Su fama trascendió las fronteras y se lleno de visitantes, nacionales y extranjeros. Sobre el asfalto sobre el empedrado sobre las raíces del árbol-placenta, brotaron restaurantes, bares, pubs y salas de teatro. Algunos notaron, que en las noches, cuando sobre la copa del árbol más alto brillaba una estrella, el piso crujía.
Dardignac, sin embargo, ha tenido transformación más lenta. En esta calle, cuando disminuye el ruido y avanzada la noche, vuelve el misterio, las luces se atenúan y se cubre de penumbra el cielo al alcanzar el alba. A esa hora, algunas veces, se escucha el sonido de las ruedas de un carretón sobre el empedrado; al fondo, en Mallinckrodt se siente voces de niños jugando; al otro lado, después de PioNono, a lo lejos, se escuchan los lamentos enterrados de una pareja; desde la esquina con Constitución, ladridos furiosos, un perro blanco de ojos rojos, saltando de un segundo piso, arrastrando un cuerpo hacia la oscuridad de un pasillo, al interior de la casa.
De pronto, avanzada la noche al alcanzar el alba, alguien desaparece en el hermoso Barrio Bellavista.
Cuando disminuye el ruido y avanzada la noche, el barrio se invade de misterio, las luces se atenúan y se cubre de penumbra el cielo al alcanzar el alba. A esa hora, algunas veces, se escucha el sonido de las ruedas de un carretón desplazando por el camino de piedras, en dirección a Dardignac con Mallinckrodt, al fondo se siente voces de niños jugando y durante el trayecto, a lo lejos, lamentos y ladridos furiosos. Cuando esto ocurre se dice que alguien desparecerá.
Entre las historias del barrio esta la de las monjas de un Colegio del Barrio. Dicen que allí, durante décadas, para ocultar el problema, practicaban abortos y sepultaban los fetos entre los ladrillos de las murallas del subterráneo.
Benjamín Emilio Roberto Haebig Torrealba conocido como “el asesino de Dardignac 81", asesinó en 1959 a un anticuario y, por la misma fecha, a un homosexual que trabajaba como mozo para Haebig y que desapareció al igual que la primera de sus víctimas. Cuentan que enterraba a sus victimas en el patio
Por los años 60 se instaló a vivir en la calle Dardignac con Constitución, el “atorrante Lara”, ocupando de vivienda un carretón. Compartía con los niños del barrio, parecía educado y de vez en cuando vivía con algún homosexual en su carretón. Un día fue encontrado muerto, sobre el carretón, con los ojos abiertos, sin signos de violencia, con el rostro cubierto de pavor. Vecinos aseguran que algunas noches, vuelven a escuchar las ruedas del carretón sobre el empedrado.
Un pequeño perro de mucho pelo blanco como la nieve, vivía cuidando una casa en Dardignac, normalmente asomaba por la ventana del segundo piso de la casa; de allí ladraba hacia fuera. Lo cierto es que la casa estaba plagada de ratas y ratones, como todo el barrio, y el perro se dedicaba a cazarlos y se los comía. Una vez, estando el perro asomado en el segundo piso, una señora se detuvo a mandarle cariños con las manos y besitos, el perro le ladraba, la señora le decía “perrito, perrito lindo, ¿que te pasa?”, el perro inesperadamente saltó al vacío y cayo sobre la señora, a quien mordió de manera horrorosa, con tal furia que si no intervienen unos trabajadores que merodeaban, la mata.
Este episodio, y por el miedo que produjo en los vecinos, obligo a sus dueños a tomar la decisión de sacrificar al animal, pues al alimentarse de ratas se había convertido en un perro-monstruo, hinchado, con los ojos rojos y desorbitados. Para este propósito, se encomendaron dos, quienes entraron a la casa premunidos de palos, un saco y cuerdas; cuando se acerco el perro lo agarraron y metieron al saco, el que amarraron y marcharon en dirección al cerro San Cristóbal, una vez allí, subieron hasta la mitad, donde encontraron un árbol y lo colgaron; se aseguraron que el perro blanco estuviera muerto y se alejaron en dirección a la casa de Dardignac. Cuando abrieron la puerta casi mueren de espanto, ahí estaba el perro de pelaje blanco, dueño del pasillo, con los colmillos fuera, los ojos rojos y desorbitados pronto a atacarlos; en rápido reflejo de uno de los encomendados cerro la puerta, dejando al perro adentro. Volvieron cuatro a los dos días, con cuerdas, palos y saco; entre todos y apaleando al perro lograron reducirlo y meter dentro del saco, al que amarraron; fueron nuevamente al cerro, pero esta vez lo aplastaron con rocas, hasta que se sintieron seguros que estaba muerto. Desde entonces, se piensa que el perro-monstruo volvió a la casa; aunque nadie lo ha visto sí se escuchan sus ladridos y se le siente correr.
Para cuando el gobierno de Salvador Allende, corrían otros aires y se avecindó en Dardignac un grupo que cultivaba la Paz y Tranquilidad, ocuparon una casa de tres pisos en comunidad. Allí el año 1972 nació un bebé por parto natural; como símbolo de Amor a la Naturaleza y a la Vida, con cariño sus padres enterraron la placenta en el patio de la casa; increíblemente en el lugar en que se encontraba guardada, brotó un arbolito, el que creció y creció; con los años sobrepasó de altura la casa. Hoy, el árbol-placenta sobresale sobre los techos del barrio y en algunas noches se puede ver sobre su copa algo que brilla, como una estrella. Se comenta que las raíces del árbol-placenta recorren todo el barrio, bajo el empedrado.
El árbol-placenta sobrevivió los años de toque de queda, devolviendo la luz al sector, el que se llenó de alegría y fiesta; la juventud poco a poco tomó posesión de sus calles y dio forma y vida, con actores, músicos y poetas, al mentado Bellavista. Y los artistas tuvieron su sueño, ya no las peñas, sino conciertos y presentaciones en vivo de grandes artistas populares. Fue un barrio de libertad. Su fama trascendió las fronteras y se lleno de visitantes, nacionales y extranjeros. Sobre el asfalto sobre el empedrado sobre las raíces del árbol-placenta, brotaron restaurantes, bares, pubs y salas de teatro. Algunos notaron, que en las noches, cuando sobre la copa del árbol más alto brillaba una estrella, el piso crujía.
Dardignac, sin embargo, ha tenido transformación más lenta. En esta calle, cuando disminuye el ruido y avanzada la noche, vuelve el misterio, las luces se atenúan y se cubre de penumbra el cielo al alcanzar el alba. A esa hora, algunas veces, se escucha el sonido de las ruedas de un carretón sobre el empedrado; al fondo, en Mallinckrodt se siente voces de niños jugando; al otro lado, después de PioNono, a lo lejos, se escuchan los lamentos enterrados de una pareja; desde la esquina con Constitución, ladridos furiosos, un perro blanco de ojos rojos, saltando de un segundo piso, arrastrando un cuerpo hacia la oscuridad de un pasillo, al interior de la casa.
De pronto, avanzada la noche al alcanzar el alba, alguien desaparece en el hermoso Barrio Bellavista.
Comments
Cuando pase por esos lados asustaré a las musas que me acompañan con estas historias y le daré un poco de color y de boca en boca serán historias para nuestros nietos......
buena pogoto